Colonias de flamencos en un mar de sal, fortalezas incásicas y paisajes lunares esperan al visitante en un lugar sin igual en todo el planeta. Al observar por primera vez el desierto de Atacama, Charles Darwin escribió en su cuaderno de notas: “es un obstáculo mucho peor que el más turbulento de los océanos”.
Casi dos siglos después, viajar al Norte Grande de Chile es una intensa y sorprendente aventura. Son imponentes los amaneceres, los cielos parecen incendiarse al atardecer, monumentales geoglifos asombran al visitante. Se trata de un viaje que augura también un poderoso cambio interior.
No faltan quienes sostienen que es la región más hermosa del país. Al menos, la más sorprendente. Imposible de conocer en un sólo viaje, el Norte Grande se extiende entre las ciudades de Arica y Antofagasta y comprende precisamente las regiones de Arica - Parinacota, Tarapacá y Antofagasta. Sus atractivos principales son la extensa costa del océano Pacífico, el desierto de Atacama, el más árido del mundo, y el altiplano que guarda algunas maravillas como el Salar de Surire y San Pedro de Atacama.
Sin duda es una tierra de contrastes. Solitarias playas sin fin conviven con la aridez del desierto; sin embargo, si alguien piensa que apenas encontrará polvo, pampas grises y horizontes ciegos, el Norte Grande está allí para desmentirlo y asombrarlo.
En aquella inmensidad inabarcable, el visitante encontrará colonias de bellos y rosados flamencos en un mar de sal, extensos paisajes lunares, museos que conservan momias aun más antiguas que las de Egipto; volcanes y géiseres que estallan desde la tierra, ciudades fantasmas que hablan de riquezas mineras de otro tiempo; geoglifos, fortalezas incásicas, y especies animales adaptadas al medio como guanacos y vicuñas, pumas y chinchillas.
Por si faltara más, en el Norte Grande existen hermosas playas con formidables olas para la práctica del surf y silenciosas lagunas de agua esmeralda. Se trata de un lugar único en el planeta que no dejará indiferente a quien lo visite.